miércoles, 21 de junio de 2017

LA GRAN MENTIRA DE LAS AMAZONAS: LAS ARQUERAS LETALES, QUE ODIABAN A LOS HOMBRES

LA GRAN MENTIRA DE LAS AMAZONAS:
LAS ARQUERAS LETALES, QUE ODIABAN A LOS HOMBRES

La Mitología afirma que estas guerreras se quemaban un pecho para mejorar su puntería, y que únicamente mantenían relaciones sexuales una vez al año. Sin embargo, los historiadores debaten todavía hoy su existencia real.

Aprovechando el estreno de la película «Wonder Woman» (cuya protagonista es una princesa de esta tribu) algunos expertos han afirmado que, en realidad, éstas combatientes, jamás existieron ¿Realidad o leyenda?

Según la mitología (azuzada por historiadores como Heródoto o Plutarco) las amazonas eran un pueblo de mujeres guerreras expertas en el uso del arco y más que diestras a la hora de cabalgar. La leyenda, con todo, ha tenido un doble rasero con ellas. Y es que, afirma también de ellas que se quemaban el seno derecho para que este no les molestara a la hora de apuntar y disparar; que odiaban a los hombres (únicamente mantenían relaciones sexuales con ellos una vez al año para perpetuar su linaje); y que ahogaban en muchos casos a sus vástagos si estos eran varones.

Sin embargo, a día de hoy su existencia se encuentra entre la realidad y la leyenda. Un debate que ha vuelto a reabrirse después de que se haya estrenado en los cines el popular largometraje «Wonder Woman» (la princesa amazona más famosa de los cómics).

La llegada a la gran pantalla de esta película ha sido aprovechada por algunos historiadores como John Man. El también antropólogo ha publicado recientemente una obra en la que -según sus palabras- demuestra que el mito sobre estas combatientes es «una auténtica basura y una verdadera tontería». Al menos, así lo afirmó la semana pasada en una entrevista concedida al diario «Daily Mail».

En palabras de Man, la leyenda de las amazonas fue fabricada por los griegos con el objetivo de «apuntalar su idea de sí mismos». La explicación que aporta el historiador y antropólogo es sencilla: aunque estas «inexistentes» guerreras eran letales, sus atributos más laureados eran los que habitualmente se asociaban al género masculino.

Con todo, otros expertos como el arqueólogo Carlos Alonso del Real fueron más benévolos en vida con dichas guerreras. Este autor español (uno de los grandes estudiosos del tema en nuestro país) no dudó en vida de la historicidad de dichas mujeres y estudió de forma exhaustiva cuál era la realidad y cuál la leyenda sobre ellas. En todo caso, la pregunta sigue viva... ¿Realidad o mito?

EL MITO
Tal y como afirma Liliana Pégolo (del Instituto de Historia Antigua de la Universidad de Buenos Aires) en su dossier «Del mito de las amazonas a las mujeres santas»: «la narración fabulosa de las amazonas entra en la historia cultural griega durante la primera mitad del Siglo VI a.C.». A partir de ese momento se las empieza a definir (según determina el autor José Antonio Solís en su obra «Mujeres de capa y espada») como «un grupo de mujeres guerreras, supuestamente hijas de Ares, siendo su madre en la mayoría de los casos, Harmonia». De esta guisa, aquella tribu tendría la sangre del mismísimo dios de la guerra y de la diosa de la armonía y la concordia.

Con todo, esta es una de las teorías mitológicas que, entre otros, defendió Apolonio de Rodas (Siglo III a.C.). Este autor era partidario de que Harmonia era la amante de Ares, y no su hija (como hasta ese momento se creía). Así lo afirma en el Canto II de las Argonáuticas (su obra más destacada): «Que no eran en vano [las amazonas] de la raza de Ares y la Ninfa Harmonia, aquella que al dios Ares le alumbró unas hijas amantes de las guerras tras haberse acostado con él en la espesura del bosque de Acmón».

Independientemente de los líos de faldas, de las amazonas ya se había hablado anteriormente. Ejemplo de ello es que Homero (Siglo VIII a.C.) las define en la Íliada como una tribu de guerreras «varoniles».


El combate de las amazonas- Rubens

En todo caso, tanto para Solís, como para otros autores como Elsa Felder (quien desvela los pormenores de dichas guerreras en «Vida y pasión de grandes mujeres»), estas letales combatientes se organizaban en un estricto sistema matriarcal en el que la máxima autoridad era la reina. Una gobernante, por cierto, cuya forma de acceder al trono es desconocida a día de hoy. Ya fuera por herencia o por valentía en el combate, esta regente gobernaba una región que (según la mayoría de los historiadores clásicos) era exclusivamente femenina.

Pero, ¿dónde residían estas mujeres tan peculiares? La lista de sus posibles asentamientos es innumerable atendiendo a las fuentes, pero la mayoría de autores coinciden en ubicarlas en los alrededores del Cáucaso.

«Los griegos les atribuían existencia histórica y colocaban su reino, ora en las pendientes del Cáucaso, ora en Tracia, o en la Escitia meridional, en las llanuras de la orilla izquierda del Danubio», destaca la autora en su obra. Apolonio de Rodas, por su parte, sitúa la región en la que vivían las amazonas en la costa de Ponto Euxino (Mar Negro), junto a la desembocadura del río Termodonte (al norte de la actual Turquía): «Más allá de la desembocadura del Termodonte expande sus aguas en un golfo tranquilo a los pies del cabo Temiscirio, tras haber atravesado una amplia llanura. Allí se encuentra la llanura de Deante, y cerca de ella las tres ciudades de las Amazonas».

GUERRERAS A CABALLO
Solís y Felder coinciden en que -según la tradición- las amazonas fueron las primeras en montar a caballo. Y no solo eso, sino que mantenían una relación especialmente buena con los jamelgos y se entrenaban durante horas para ser unas verdaderas maestras en el arte de la equitación.

En palabras del primer autor, de hecho, cabalgaban de una forma tan perfecta que «podían bailar encima del caballo, levantarse cuando iban a galope, saltar de un caballo a otro y saltar sin silla a través del fuego». Tal era su nivel de compenetración con sus monturas, que el nombre de muchas de estas guerreras estaba formado por el prefijo griego «Hipo-» («caballo»). Ejemplo de ello fue -entre otras tantas- la reina Hipólita.


Representación de una amazona (Siglo V a.C.)- Wikimedia

Si su primera virtud era el saber montar a caballo, la segunda era su capacidad para el combate. Ya fuera a pie o en montura (preferían lo segundo) guerreaban utilizando un amplio arsenal de hachas de batalla, espadas y escudos de media luna. Con todo, su arma favorita era el arco.

De hecho, su puntería era extremadamente buena por una razón que explica (entre otros autores) el médico griego Hipócrates, y que replica Felder: «Se aseguraba que a las niñas les cercenaban el seno derecho para que al ejercitarse en el tiro con arco y flecha, en el que eran las amazonas extraordinarias, pudieran sujetar con comodidad dicho arco sobre el pecho». Al parecer, de esta leyenda podría provenir su nombre ya que, en griego, el término «amazoi» significa «sin pecho». Con todo, esta es sólo una de las teorías. Otras afirman que su origen es el vocablo iraní «hamazam» (cuya traducción viene a ser «guerreras»).

SI SU PRIMERA VIRTUD ERA EL SABER MONTAR A CABALLO, LA SEGUNDA ERA SU CAPACIDAD PARA EL COMBATE

Por otro lado, también se afirma que las amazonas fueron de las primeras en usar el hierro; que eran sumamente bellas (Pégolo las define como «mujeres hermosas y sexualmente apetecibles que subliman sus deseos sexuales»); y que se vestían con una túnica muy ceñida y corta que abierta habitualmente a un lado para que sus enemigos viesen su figura. «Su objetivo no era enseñar a los extranjeros que vestían un atuendo fantástico, sino indicarles explícitamente que eran mujeres y estaban guerreando contra hombres» afirma, en este caso, Solís.

En cuanto a su culto, rendían pleitesía a Artemisa (diosa de la caza). Así lo cree y lo deja patente la historiadora Sarah B. Pomeroy en «Diosas, Rameras, Esposas y Esclavas», un libro en el que explica que esta deidad era «una cazadora diestra en el uso del arco» que prefería «emplear su tiempo en la montaña y en los bosques, junto a los animales, lejos de la compañía de hombres y de los dioses».

HOMBRES 'ODIOSOS'
Guerreras letales, geniales arqueras, y excelentes a la hora de cabalgar en batalla. Las amazonas han pasado a la historia por esta retahíla de características. Sin embargo, también se han hecho famosas por su extremo odio hacia los hombres. Su misandría queda reflejada en que -atendiendo a la mayoría de las fuentes- residían en comunidades en las que los hombres tenían prohibido el acceso.

Con todo, y como suele suceder con la mayoría estas leyendas con siglos y siglos de antigüedad, algunos autores también son partidarios de que algunos hombres vivían con ellas. Aunque eso sí, como sirvientes y llevando a cabo únicamente las tareas más bajas de la sociedad.

En todo caso, en lo que sí coinciden una gran parte de los autores es en que las guerreras amazonas solían guardar celibato durante casi toda su vida. Tan solo yacían con hombres una vez al año, cuando visitaban a los varones de las tribus vecinas (la más famosa es la de los Gargarios). Y lo hacían únicamente con el objetivo de perpetuar su tribu.

Es precisamente en este punto donde la historia (verdadera o no) de las amazonas se pone macabra. Y es que, una de las teorías sobre la tribu señala que no tenían piedad si daban a luz a un varón. Así lo afirma el historiador Javier Ocampo López en su obra «Mitos y leyendas latinoamericanas»: «Después de los partos, las amazonas mataban a los varones». Con todo, otra versión afirma que no los asesinaban, sino que únicamente les arrancaban los ojos antes de devolverles con sus padres. La interpretación más amable determina que se limitaban a dejarles salir de sus dominios para que huyeran.


Talestris, reina de las amazonas, visitando a Alejandro Magno- Wikimedia

Esta última es apoyada, por ejemplo, por la catedrática en historia antigua Ana Iriarte Goñi en su libro «De amazonas a ciudadanos», quien es partidaria de que «tras dar a luz a los retoños así concebidos, las amazonas se quedaban con las niñas y entregaban los niños al grupo de padres, quienes los admitían individualmente con la duda razonable de que el niño recibido sea su descendiente».

Con las hembras eran más benévolas. Si daban a luz a una niña la entrenaban en la caza y en el arte de la guerra para que fuera una futura guerrera amazona. Y lo hacían, por cierto, mediante la leche del pecho izquierdo.

En todo caso el valor de las amazonas, así como su odio hacia los hombres, dejó una huella imborrable en la historia. Una marca que quedó patente, por ejemplo, en el discurso fúnebre del orador ático Lisias (Siglo V a.C.): «Existieron en tiempos las Amazonas, hijas de Ares […] Y eran consideradas más bien como varones por su valor que como hembras por su sexo; pues, con respecto a los varones, parecía mayor la superioridad de sus espíritus que la inferioridad de su apariencia. Dominaban muchas razas y tenían de hecho avasallados a sus vecinos».

PENTESILEA Y HIPÓLITA
Al igual que las mismas amazonas, las gestas militares de estas combatientes se debaten entre el mito y la leyenda. Virgilio (Siglo I a.C.) afirma en su «Eneida» que, durante la guerra de Troya, estas mujeres acudieron en ayuda de Príamo para defender la ciudad. En su texto, el poeta explica el combate que mantuvo (presuntamente) la reina de esta tribu, Pentesilea, contra el héroe Aquiles.

«La fogosa Pentesilea conduce las huestes de las amazonas, con sus broqueles en forma de media luna, y brilla por su ardor en medio de la muchedumbre, atando el dorado ceñidor bajo el descubierto pecho, y guerrera virgen, osa competir en denuedo con los hombres. La lucha no fue precisamente bien para nuestra protagonista, pues murió después de que su enemigo le clavara una lanza en el pecho. Se cuenta que, cuando el varón levantó el casco de la guerrera, quedó prendada totalmente de su belleza.

Pero la historia de Pentesilea no fue la única de una destacada amazona. Otra de ellas fue Hipólita. Según narra la mitología (y partiendo de la base de que existen múltiples versiones sobre el devenir de esta mujer atendiendo a las fuentes) la guerrera fue una de las más destacadas de su tribu. Sin embargo, tuvo la mala suerte de toparse con Hércules quien, como parte de sus populares «trabajos», recibió el encargo de robarle a la regente su ceñidor. Una prenda similar a un cinturón de castidad que había recibido del mismísimo Ares.


LA MUERTE DE PENTESILEA
En palabras de Felder (quien se basa, a su vez, en los textos de historiadores y poetas clásicos como Heródoto) Hércules se presentó ante la misma Hipólita dispuesto a arrebatarle el cinturón de castidad. Pero no le hizo falta, pues la misma monarca se lo ofreció voluntariamente junto con su virginidad. «Por desdicha de la pareja, era tradición entre las amazonas que, antes de acostarse con un hombre, lucharan con él para probar si la fortaleza del elegido le hacía digno de gestar sus futuras hijas», determina la autora. Según la mitología, cuando comenzaron el combate, Hera (que los estaba espiando y que odiaba a Hércules) hizo creer a todas las amazonas que el héroe trataba de matar a la mujer.

Atendiendo a la fuente existen hasta cuatro finales diferentes para esta historia. Sin embargo, el más famoso es el que afirma que Hércules hizo uso de su descomunal fuerza para acabar con todas las amazonas. Por desgracia, terminó también con la vida de Hipólita. «Su hermana Antíope fue obligada a rendirse y formó parte del botín de guerra de Hércules, junto con el famoso ceñidor», completa la experta.

Mención destacada requieren también las guerreras definidas por el historiador griego Diodoro de Sicilia (Siglo I a.C.). Este autor dejó explicado en sus textos que existía una raza de amazonas guerreras con unas costumbres similares a las ya mencionadas, pero residentes en África (o las Canarias, atendiendo a las interpretaciones posteriores).

El autor no habla solo de las combatientes, sino que también hace mención a su reina: Mirina. Así lo dejó escrito: «Acometieron grandes empresas, pues les invadía el deseo de atacar muchas partes del mundo habitado [...]. Marcharon primero contra los atlantes. Mirina, que reinaba entre las amazonas, constituyó un ejército de 30.000 infantes y de 3.000 jinetes». Su victoria fue total. Sin embargo, estas combatientes fueron vencidas a la postre también por Hércules.


domingo, 18 de junio de 2017

¿CUÁNDO EMPEZAMOS A VESTIRNOS?

¿CUÁNDO EMPEZAMOS A VESTIRNOS?

Siendo una industria con un valor de US$ 3.000.000,000.000 (3 billones) de dólares americanos anuales, y que ocupa a casi 60 millones de seres humanos, no cabe duda que la ropa es uno de los aspectos más importantes de nuestras vidas.



Desde los taparrabos que aún utilizan algunas tribus en África, Asia y América, pasando por túnicas, faldas, saris, huipiles y hasta los sofisticados vestidos y fracs de occidente, los humanos hemos inventado decenas de maneras de vestirnos.

Para cubrirnos de las inclemencias del tiempo, para demostrar nuestro status social, o por puro pudor, nos encanta ponernos un trapo encima.

La moda es algo reciente, no obstante, y sabemos que nuestros ancestros, hace miles de años, iban totalmente en cueros.

La pregunta obliga, ¿cuándo empezamos a vestirnos?

VESTIRNOS POR NECESIDAD
Desde hace tiempo que creemos que cubrirnos con ropajes surgió de la necesidad de protegernos del frío, y seguramente del Sol.

Los humanos no nacimos con gruesos y resistentes pelajes, probablemente porque nacimos en la cálida África.

Algo de pelo si teníamos, y por alguna razón lo perdimos hace unos 780,000 años.

En algún momento entre esa fecha y el fin de la prehistoria, debimos habernos empezado a vestir.

Hasta no hace mucho no estábamos seguros del cuándo, ahora tenemos una buena idea.

NUEVOS DATOS
Un estudio de la Universidad de Florida publicado en 2011, cree tener la respuesta; el método utilizado seguramente nos parecerá algo extraño, pero tiene sentido... en lugar de buscar restos arqueológicos, que sólo llegan hasta cierto momento en la historia pues la ropa rara vez se conserva, los científicos se fijaron en un compañero no humano: los PIOJOS.

El Dr. David Reed, responsable del Museo de Historia Natural de Florida y director del estudio, sabía que hay 2 tipos de estos bichos, los del pelo y los de la ropa.

Su idea fue secuenciar el ADN de los piojos y así averiguar cuándo los que gustan pasear en las llanuras textiles, se separaron genéticamente de los que se esconden en las junglas de cabellos.

Fue una investigación similar a la que llevó a cabo el PROYECTO GENOMA HUMANO, pero lo dicho, con piojos.



El resultado, que COMENZAMOS A VESTIRNOS HACE UNOS 170,000 AÑOS, pues por aquel entonces los piojos evolucionaron para adaptarse al nuevo entorno de las telas, diferente al del pelo.

El estudio fue posible gracias a que los piojos difícilmente cambian de un linaje de anfitrión a otro.

Esto es, que las familias de los piojos y sus descendientes tienden a quedarse con una misma familia de humanos, y sus descendientes.

Una relación semi-simbiótica pre-histórica entre 2 especies sumamente diferentes. ¡Alimento para el espíritu!.

EL RAZONAMIENTO
He dicho anteriormente que esta teoría tiene sentido, y añado que ha sido bien recibida por los expertos.

La razón, que aproximadamente por aquel entonces se cree que apareció Homo Sapiens, nuestra propia especie, ya sin pelo pero con un gran cerebro.

Además, los cambios climáticos en África de la época, habrían hecho necesaria la invención del cubrirse.

Hasta no hace mucho, se creía que empezamos a vestirnos cuando salimos de África para colonizar el resto del planeta, pero había dudas.



Eso no explicaba las bajas temperaturas que nuestros abuelos seguramente sufrieron en los desiertos y otras zonas del continente.

Cuando salimos, la evidencia arqueológica muestra que el vestido ya había evolucionado algo.

Según los estudios genéticos, nuestra especie surgió hace unos 200,000 años.

20 mil años después, comenzó la penúltima Edad de Hielo, y de acuerdo con los resultados del Dr. Reed, 10 mil años después empezamos a vestirnos, no parece una casualidad.

La primera evidencia que tenemos de ropajes data de hace 100,000 años, pero como decía anteriormente, las telas, al ser un producto orgánico, no resisten bien el paso del tiempo.

Es muy posible que ya existiesen miles de años antes, y que no las hayamos encontrado.

VESTIRNOS NO ES UN CAPRICHO
Desde entonces la ropa no ha dejado de evolucionar, como todo, seguramente la primera moda se basó en pieles, que poco a poco aprendimos a tratar.

Hace unos 35,000 años ya teñíamos telas, como lo demuestran ejemplos encontrados en una cueva en la República de Georgia… donde se hallaron varias estatuillas de mujeres (probablemente dedicadas al culto de la fertilidad), al menos parcialmente vestidas.

Se han encontrado agujas de coser de alrededor de 61,000 años, y los botones más antiguos, en MOHENJO-DARO, que datan de hace 7,000 años.

Para cuando los egipcios construyeron sus primeras pirámides hace 4,000 años, ya eran unos expertos en tejer lino para vestirse, poco después, los chinos estaban fabricando telas de seda.



CONCLUSIONES
Para llegar a las conclusiones del estudio de la Universidad de Florida, han sido necesarios muchos avances en la ciencia.

Hemos tenido que aprender cuándo perdimos el Pelo Corporal; nos hemos visto obligados a conocer el clima que existía hace cientos de milenios; hemos tenido que secuenciar el ADN de los piojos.

Uniendo todo, y considerando otros aspectos, los científicos han podido teorizar en una fecha más exacta el cuándo empezamos a vestirnos.

El por qué, seguramente para protegernos de las inclemencias del tiempo.

Que ahora la vanidad nos haga gastarnos miles de millones al año, es otra cuestión, social seguramente… y de eso pueden hablar los antropólogos.

Hace 170,000 años que empezamos a vestirnos, y claro está, el mismo tiempo desde que nos desvestimos.

Lo curioso de este dato es que lo hayamos averiguado gracias a los Ubicuos y Molestos Piojos.


Moraleja, DE TODO PODEMOS APRENDER ALGO, TODOS LOS DÍAS SIN EXCEPCIÓN.


sábado, 17 de junio de 2017

EL HOPLITA,era un CIUDADANO-SOLDADO, de las Ciudades–Estado de la Antigua Grecia.

EL HOPLITA

El HOPLITA era un CIUDADANO-SOLDADO, de las Ciudades – Estado de la Antigua Grecia.

Su nombre (del griego antiguo, HOPLITĒS) deriva de HOPLON (plural HOPLA,), lo que quiere decir «artículo de armamento» o «equipamiento».

Era un soldado de Infantería Pesada, en contraposición al GIMNETA (griego antiguo, GYMNẾS, “desnudo”) y al PSILÓS (griego antiguo, PSILÓS, “desnudotambién), soldados de Infantería Ligera.

Estos soldados aparecieron probablemente a finales del Siglo VII a. C. Formaban parte de una milicia ciudadana, armada como lanceros. Estos eran relativamente fáciles de armar y mantener, y además podían pagar el coste del armamento.

Casi todos los griegos conocidos de la Antigüedad clásica lucharon como hoplitas, incluso filósofos y dramaturgos.

Desde la formación de los hoplitas como milicia, no recibieron permanentes ataques y las campañas eran cortas. La excepción eran los guerreros espartanos, que eran soldados especializados, y que tenían en sus estados tierras asignadas a las clases bajas que eran quienes se encargaban de ellas. Los ejércitos marchaban directamente hacia su objetivo. Allí, los defensores podían esconderse tras las murallas de la ciudad; en ese caso los atacantes debían contentarse con hacer estragos en el campo, aunque los primeros también podían decidir encontrarse con ellos en el campo de batalla. Las batallas entonces tendían a ser decisivas. Eran cortas, sangrientas y brutales, por lo que se necesitaba un alto grado de disciplina.

Ambas fuerzas se alineaban en una llanura, con una formación rectangular aproximada, alrededor de 8 filas, aunque esto variaba. Otras fuerzas eran menos importantes; como los HIPPEIS (caballería), que se situaban en los flancos, y tanto la infantería ligera como las tropas que lanzaban proyectiles eran insignificantes. 

Los hoplitas más conocidos eran los hoplitas espartanos, que eran entrenados desde su niñez en el combate y en la guerra, para convertirlos en una fuerza de ataque superior y excepcionalmente disciplinada.

HISTORIA.
La formación HOPLÍTICA se extendió por toda Grecia probablemente en el 700 al 650 a.C. Se la llama «revolución HOPLÍTICA». Esta datación se funda en un pasaje de Política de Aristóteles, que evoca la sustitución de los combatientes a caballo por la falange hoplítica. Se apoya en la ausencia de la descripción de combates en masa en Homero. Ahora bien, la Ilíada describe enfrentamientos de naturaleza hoplítica: ¿hay que considerar dichos pasajes como interpolados? La evolución del armamento tuvo lugar en esta época. La coraza fue modificada, al escudo se le añadió una segunda correa permitiendo un mejor asimiento. Sin embargo, algunas mejoras se remontan al Siglo VIII a.C.: la tumba que encerraba la «coraza de Argos» está datada en 720 a.C.

Las representaciones gráficas de la guerra, por ejemplo de la cerámica geométrica, no son necesariamente concluyentes: la representación de duelos constituye una convención que simboliza tanto una batalla entera como el enfrentamiento de algunos hoplitas. Inversamente, el Vaso de los Guerreros de Micenas, datado en 1120 a.C., muestra filas de soldados de infantería pesada armados con escudos redondos y recortados, y que llevan corazas de cuero y de metal.

El pasaje de Aristóteles es revelador de la evolución política que intervino en las POLIS (ciudades) del Siglo VII a.C. La incorporación de los no nobles en las filas de los hoplitas, y el entrenamiento regular requerido para poder efectuar las maniobras en formación dio a la clase media un sentido de cohesión que tuvo importantes consecuencias políticas: los caballeros, hippeis, perdieron su prestigio y los hoplitas en adelante jugaron un papel decisivo en las batallas, los cuales reclamaban una mayor participación en el gobierno de la POLIS. Puesto que esta clase social participó activamente en la defensa de la ciudad, tenía lógicamente la palabra cuando se trataba de partir a la guerra. Además, la solidaridad nacida en los combates y campañas perduraba en los debates políticos. La clase media adquirió también un poder de decisión en otros dominios de la vida política en la polis democrática.

Esparta adoptó el estilo hoplita de combate aproximadamente entre los años 680 y 660 a.C. La armadura de los hoplitas se difundió en Etruria y en Roma hacia finales del Siglo VII a.C.



EQUIPAMIENTO.
Los hoplitas se armaban generalmente poco antes de la batalla, pues su armamento era muy pesado: el peso total de la armadura hoplita estaba entre los 22 y los 27kg. Cada hombre se hacía con su propio equipo que no era uniforme en el ejército. Como resultado de la no existencia de un equipo común, a menudo las tropas amigas no se reconocían. Típicamente, un hoplita tenía una coraza (THỐRAX) de bronce que reproducía la forma de los músculos del torso, las CNÉMIDAS (griego antiguo KNÊMIS) para protección de las tibias, un casco (KRÁNOS) de bronce con protecciones para las mejillas, más un escudo de forma circular llamado ASPIS, que medía un metro de diámetro. También se le puede llamar HOPLON. El ASPIS (ASPÍS) era un escudo hecho de madera, a veces con chapa de bronce. Era muy pesado (de 8 a 12kg) y cubría desde el mentón hasta la rodilla. En la Cultura Militar Espartana, que un soldado tirara el ASPIS era inadmisible. Se decía «Vuelve a casa con éste escudo, o sobre él».



Cada griego hoplita tenía una armadura diferente, hecha a medida, y en el escudo colocaba los símbolos de su familia. Por el contrario, los espartanos tenían el mismo uniforme y la Letra Griega LAMBDA (Λ) en sus escudos, en referencia a su tierra de origen, Lacedemonia (Esparta). Cada espartano llevaba una capa escarlata, presentándose como espartano, aunque esta capa nunca se llevaba en combate. El diseño de los cascos solía variar con el tiempo:

El Casco Corintio era el casco más popular. Entre los espartanos, éste estaba reservado para los líderes y jefes de filas, mientras que en otras ciudades ocurría lo contrario.



El Casco Tracio tenía una gran visera en la frente, que además protegía la cara. Todos los cascos estaban hechos de Bronce.



La LINOTORAX, utilizada desde época Micénica y por otros pueblos también, era un modelo más ligero, cómodo y flexible que la coraza de bronce, aunque ofrecía menor protección. Estaba fabricada por varias capas de lino, entre unas quince o veinte, encoladas entre sí y las endurecían sumergiéndolas en vinagre y sal. Podían ser reforzadas para otorgar mayor protección frente a ataques punzantes con escamas de bronce o láminas cuadradas no superpuestas cosidas a la linotorax. Solían disponerse estas escamas en la cintura, pero también se ponían en hombreras e incluso el pecho. En la parte de la nuca tenía un saliente que se prolongaba para otorgar mayor protección a esa parte, y de la cintura colgaban dos capas de tiras (PTERYGES) superpuestas unas encima de otras de manera que no dejaban huecos entre sí, protegiendo así el bajo vientre y muslos sin restar movilidad.



El arma primaria era la lanza de alrededor de 2,7mts de largo llamada DORU (DÓRY). Los hoplitas también llevaban una espada corta llamada XIFOS (XÍPHOS). La espada corta era un arma secundaria, para después de que la lanza quebrase. También, si el enemigo se retiraba, tiraban la lanza y el escudo, y después le perseguían. Protegían sus piernas con unas grebas, denominadas CNÉMIDAS (KNÊMĨDES). Todas las armas y armaduras estaban hechas principalmente de bronce. El equipamiento era muy costoso, así que sólo los ricos podían permitirse ser hoplitas. Los soldados, en ocasiones, heredaban el equipo de sus padres o abuelos. Si el soldado era lo suficientemente rico, podía comprar un caballo y servir en la caballería regular, llamada hippeis, o en la caballería preparada para las escaramuzas, llamada HIPPAKONTISTAI (lanzadores de jabalina montados). En algunas ciudades estado, era obligatorio servir durante unos años como soldado. Pero, desde luego, debían comprarse sus armas y su equipo. Después de los años de servicio, podía continuar su carrera militar o ganarse la vida con otra profesión. Pero en la cultura espartana, cada ciudadano tenía que ser un soldado, así que los HILOTAS hacían sus trabajos y cultivaban sus campos. A cada espartano le pertenecía una granja trabajada por hilotas. Cada soldado obtenía una pensión, al igual que beneficios y una paga.


Como contraste, cabe destacar a otra infantería contemporánea, que solía llevar una armadura más ligera y lanzas más cortas, jabalinas o arcos. El escudo mediano del hoplita permitía ser apoyado en el hombro. En formación, los escudos eran superpuestos de manera que defendiesen el lado izquierdo de su dueño, y el derecho del vecino. Es un tema de discusión para los historiadores si los hoplitas usaban la lanza por debajo o por encima del brazo.


TÁCTICAS.
La fuerza de los hoplitas estaba en el combate sorpresa. Los dos ejércitos chocaban con la esperanza de romper o rodear la línea enemiga. De no ser posible esto, la batalla se convertía en una serie de empujones, con la retaguardia intentando que la vanguardia penetrase en la línea enemiga. Esta maniobra era conocida como el OTHISMOS. Las batallas raramente duraban más de una hora. Una vez que una de las líneas se rompía, los vencidos escapaban del campo, seguidos por la caballería o los PELTASTAS. Si un hoplita escapaba, en ocasiones se le obligaba a dejar su voluminoso aspis, y caía en desgracia para su familia y amigos. Las bajas eran leves comparadas con las batallas modernas y raramente superaban el 5% en el bando perdedor, pero en estas bajas solían estar los ciudadanos más importantes y los generales que lideraban la vanguardia.

Por ello, toda la guerra podía ser decidida en una sola batalla; la victoria se reforzaba con el rescate pagado a los vencedores por los vencidos, llamado "la costumbre griega". Los espartanos nunca huirían de la batalla, por el contrario, luchaban hasta la muerte.

Un hoplita en formación estaba protegido por la mitad derecha de su escudo (llevado en su brazo izquierdo) y por la mitad izquierda del escudo del hombre a su derecha. Por lo tanto, el hombre del extremo derecho de la falange estaba solo protegido a medias. En la batalla, las falanges opuestas explotarían su debilidad dirigiéndose al flanco derecho de su enemigo. La formación del hoplita se llamaba la falange. Los soldados más fuertes estaban a la derecha. En una falange había una serie de filas, y los líderes de cada una de ellas se situaban en la parte derecha. Había un instructor veterano en la retaguardia manteniendo el orden. Hasta el Siglo VIII a.C., los soldados luchaban "por libre", por lo que las batallas se basaban en el heroísmo. La clave de la batalla estaba en golpearlos con el HOPLON de los hoplitas y apuñalar al enemigo en la cara y en el torso. La principal debilidad de las tácticas era el limitado uso combinado de las armas, con arqueros o tropas ligeras usadas escasamente. Los ilotas acompañaban normalmente a los espartanos en la batalla, montando los campamentos o haciendo tareas para los espartanos. Las formaciones y las tácticas variaban en el tiempo y en las ciudades.

Uno de los primeros problemas con la formación de los hoplitas era la incapacidad de marchar recto cuando entraban en combate. Esto estaba causado por la tendencia normal de los soldados de acercarse lo máximo al vecino (y por lo tanto a su escudo) para estar bien protegidos. Esto lo cuenta Epaminondas de Tebas a principios del Siglo IV a.C. La innovación fue entrenar a los hoplitas para que marchasen en diagonal. Antes de eso, sólo los espartanos habían conseguido marchar en línea recta, pero gracias a intensos años de disciplina y entrenamiento.

ASCENSIÓN Y CAÍDA
La ascensión y caída de los hoplitas en la guerra estaba íntimamente conectada con el ascenso y caída de la ciudad estado. Durante las Guerras Médicas, a menudo se obligaba a los hoplitas a correr hacia los arqueros, para envolverlos en una lucha cuerpo a cuerpo, donde vencerían; además, en la Guerra del Peloponeso, tropas armadas con proyectiles como los PELTASTAS se fueron haciendo progresivamente más dominantes. Como resultado, empezaron a llevar menos armadura, espadas más cortas y en general se acostumbraron a una mayor movilidad, lo que conduciría al desarrollo de los EKDROMOI, los hoplitas ligeros. De todos modos los hoplitas entraron en decadencia: hubo 3 grandes batallas en la Guerra del Peloponeso y ninguna resultó decisiva. En cambio se incrementaron las murallas, los mercenarios, la marina, la maquinaria de asedio, etc.

Estas reformas hicieron posible las guerras de desgaste y aumentaron las bajas en las batallas. Muchas de estas reformas fueron combinadas por el brillante General Epaminondas, cuyas tácticas eran la base de la falange de Filipo II de Macedonia, usada como un suplemento de la caballería. Estas fuerzas vencieron al último gran ejército de hoplitas en la Batalla de Queronea (338 a.C.), tras esto Atenas y sus aliados se unieron al imperio helenístico. Estas mejoras condujeron a la ascensión de los más versátiles ejércitos macedonios.

LEGADO.
El estilo de guerra hoplita fue practicado también alrededor de todo el Mar Mediterráneo.

Como nota particular, los Etruscos, luchaban como Milicias, algo adoptado de las Colonias Griegas de la Magna Grecia.

Los Romanos desarrollaron la formación hoplítica, de la que deriva la Legión Romana, que dominaría la Historia Militar Occidental durante cientos de años.